VÍDEO TRÁILER

PRIMER ACTO

ESCENARIO NEUTRO, EXENTO DE ELEMENTOS DE UTILERIA, SALVO POR UNA CAMIONETA QUE SE DESPLAZARA BREVEMENTE POR ESCENA. LA ILUMINACION CREARA EFECTOS DE MEDIODIA Y ATARDECER HASTA LAS PRIMERAS HORAS DE LA NOCHE.

TELON ABRE.

VEMOS A MARIA SENTADA AL VOLANTE DE SU CAMIONETA, QUE APENAS ASOMA LATERALMENTE, ESTACIONADA AL EXTREMO DERECHO DEL ESCENARIO.

MARIA OBSERVA SIGILOSAMENTE, COMO ESPERANDO ALGO O A ALGUIEN. SE IMPACIENTA. MIRA EL RELOJ. SE LIMA LAS UÑAS. BEBE AGUA MINERAL DE UNA BOTELLITA PLASTICA. SE ARREGLA EL CABELLO. SE PINTA LOS LABIOS. HOJEA LA PORTADA DE UNA REVISTA Y LA DEJA VIOLENTAMENTE A UN LADO. SE QUITA Y SE PONE LOS LENTES DE SOL. VUELVE A MIRAR EL RELOJ. ENCIENDE UN CIGARRILLO. PRENDE LA RADIO Y TAMBORILEA LA MELODIA EN EL VOLANTE.

"MUJER DE CARTON" ESBELTA, ATRACTIVA, CON CUERPO EXCELENTE, SURGE DESDE EL PISO, PLEGÁNDOSE EN MITAD DE ESCENA.

MARIA APAGA LA RADIO, ARROJA EL CIGARRILLO Y ENCIENDE EL MOTOR DE LA CAMIONETA, ACELERANDOLO. SE PONE EL CINTURON DE SEGURIDAD. MUEVE LA PALANCA DE CAMBIOS CON BRUSQUEDAD. QUITA EL FRENO DE MANO Y ARRANCA PICANDO CAUCHOS. MARIA NO DEJA DE SONREIR MIENTRAS ARREMETE DIRECTAMENTE CONTRA LA "MUJER DE CARTON" Y LA PARTE POR LA MITAD.

FRENA EN SECO. PONE NEUTRO Y ACELERA EL MOTOR QUE BRAMA CON FUERZA. RETRODECE Y FRENA CON VIOLENCIA. MUEVE BRUSCAMENTE LA PALANCA DE CAMBIOS Y ACELERA DE NUEVO CONTRA LA MUJER HERIDA. LE PASA POR ENCIMA CON DECISION Y SIGUE ADELANTE.

LA CAMIONETA SALE DE ESCENA.

TELON CIERRA. ESCUCHAMOS A TODO VOLUMEN EL SONIDO DE UNA CANCION, REPRODUCIDA EN LA RADIO, CON RITMO GITANO:
"Amor salvaje, corazón frío, no eres de nadie, tan sólo mío" (SE REPITE EL ESTRIBILLO CANTADO E INSTRUMENTAL, UNA Y OTRA VEZ).

TELON ABRE. ILUMINACION FUERTE SUGIERE PRIMERAS HORAS DE UNA TARDE SOLEADA Y CALUROSA. EL SONIDO DE LA RADIO SE VA DESVANECIENDO. MARIA, AL VOLANTE DE SU CAMIONETA EN MEDIO DE ESCENA, HABLA POR SU CELULAR. ESCUCHAMOS A SU INTERLOCUTORA EN OFF.

INTERLOCUTORA: (ALARMADA)
— ¿Que hiciste qué...?

MARIA: (VOCIFERANDO)
— Coño, chica, que la aplasté como a una cucaracha, la atropellé con la camioneta, le pasé por encima y la volví mierda...

INTERLOCUTORA: (PREOCUPADA)
— Pero bueno, amiga, te me terminaste de volver loca, carajo, qué bolas, déjame prender un cigarro, déjame sentarme, déjame coger aire que me muero...

MARIA: (MAS TRANQUILA)
— No jodas, Betty, cómo iba yo a permitir que "esa" insignificante tuviera algo con Miguelángel.


INTERLOCUTORA: (CONCILIADORA)
— ¡ Sí, está bien, pero una cosa es llamarla por teléfono e insultarla, decirle puta, amenazarla con una coñaza, mentarle la madre, rayarle el carro, echarle liga de freno, como tantas veces hemos hecho con las amiguitas de turno de Miguelángel y Fernando, pero otra vaina es matarla a plena luz del día y delante de todo el mundo, María !

MARIA: (ENVALENTONADA)
— Yo lo sé, pero no me importa, me ladillé, me harté, se me volaron los tapones y pum, lo hice. Ya está, chao pescao, púdrete sobre la acera y huele a mierda, Eva maldita, mujercita miserable y patética.

LOS SOLLOZOS NO LA DEJAN SEGUIR HABLANDO. MARÍA COMIENZA A PEGAR LASTIMEROS ALARIDOS DE ANIMAL HERIDO.

INTERLOCUTORA: (ANIÑADA, MELOSA, AL BORDE)
— Ay, no te me pongas así, Mariíta, que se te nota muy mal y a mí no me gusta nada cuando tú te me desesperas. Inventas vainas muy raras que hasta yo misma me cago del susto. Anda, dime donde estás y yo me lanzo para allá volando y nos tomamos una vaina y nos fumamos unos cigarros y nos aclaramos y vemos qué carajo hacemos. Tú sabes que yo tengo una prima que es tronco de abogado penalista y Leonardo, mi psicólogo, no sé, puede decir que tú te volviste loca por un ratico y ya todo se arreglará, tú vas a ver, María, María, ¡ María !

María no puede dejar de gemir y llorar, CON EL CELULAR EN UNA MANO Y MANIOBRANDO TORPEMENTE EL VOLANTE CON LA OTRA. FRENA VIOLENTAMENTE. SUELTA EL VOLANTE. SE DESPIDE DE BETTY ("Adiós, amiga"). APAGA EL CELULAR Y LO ARROJA VIGOROSAMENTE POR LA VENTANA. SE SECA LAS LAGRIMAS Y SIGUE MANEJANDO. LA ILUMINACION BAJA INTENSIDAD DE MANERA CASI IMPERCEPTIBLE Y ASI LO SEGUIRA HACIENDO DURANTE EL TRANSCURSO DE LA OBRA, HASTA EL FINAL DEL PRIMER ACTO.

MARIA ENCIENDE LA RADIO E INTENTA SINTONIZAR ALGUNA EMISORA SIN RESULTADOS FELICES: SE ESCUCHA MAL, CON RUIDO E INTERFERENCIA, SE VA LA SEÑAL. SE SUPERPONEN LAS FRECUENCIAS DE UNA EMISORA SOBRE OTRA. MUSICA ENTRECORTADA. AMAGOS DE NOTICIEROS. MARIA SE IMPACIENTA Y LA APAGA.

MARIA: (HABLANDO CONSIGO MISMA, ANECDOTICA)
— Y quién carajo me manda a botar el celular, yo que no puedo vivir sin él, desde que inventaron esa maravilla. Encima tengo sed (BEBE AGUA DE SU BOTELLITA) y me estoy reventando de las ganas de orinar. Coooooño, esta carretera por donde me metí la verdad es que yo no la conozco. Ni puta idea de donde estoy. Y por no haber, no hay ni una sola señal que me diga, no sé, Palo Alto, 15 kilómetros; Santa Josefina de la Perdición, 223 kilómetros; Fin del Mundo, 574 kilómetros y dele. Y yo, aquí, en La Carraca, sin radio, ni brújula, ni celular. Pero bueno, María, cuál es la vaina, si a ti te encanta manejar, sobretodo sin nadie que te esté regañando, ni gritando, ni reclamando, que si frena, que si cuidado con el hueco, que si no sueltes el volante (LEVANTA LAS DOS MANOS DEL VOLANTE Y SE RÍE CON CARA DE LOCA), que si no te le pegues al autobús, que si ¡coño, María, déjame manejar a mí o no vamos a ninguna parte ! Pues, muy bien, Miguelángel, no vamos a ninguna parte o sí vamos, mijito, directo al despeñadero, con el avión en picada, precipicio abajo, y sin paracaídas.

CAMBIA EL TONO, DRASTICAMENTE.
— Yo lo que quiero es que alguien me explique cómo iba yo a dejar que nadie venga a joder doce años de matrimonio, cuatro hijos varones igualiticos a él (se le nublan los ojos y hace pucheros), apartamento propio y toda la vida por delante...

Dicho esto, María clava los frenos y se derrumba, abrazada al volante, sollozando como un acordeón desvencijado.

LAS LUCES CONTINUAN DISMINUYENDO SU INTENSIDAD. MARIA SE SECA LAS LAGRIMAS.

CASUAL.
— No, qué va, la que soy yo me bajo aquí mismo a hacer pipí en medio del monte...

MARIA SE APEA DE LA CAMIONETA. APRECIAMOS QUE ESTA VESTIDA CON ELEGANCIA CASUAL, MUY INFORMAL PERO TODO PERFECTAMENTE COMBINADO, SOBRIO, ARMONIOSO Y NATURAL: SU FALDA LARGA, DE TELA FRESCA Y SIN ARRUGAS, SUS ZAPATOS BAJOS. SU BLUSA MANGA LARGA Y SUS ACCESORIOS. MARIA SE ESTIRA. LE SUENAN LAS ARTICULACIONES. BOSTEZA. MIRA HACIA TODOS LADOS BUSCANDO MOROS EN LA COSTA. CAMINA HASTA DETRAS DE LA CAMIONETA, SE BAJA LAS PANTALETAS, SE AGACHA Y ORINA, SOLTANDO UN SUSPIRO DE ALIVIO Y SATISFACCION.

— Ahhhhhh, ¡ qué alivio, qué rico es orinar cuando te estás reventando de las ganas, dios ! Carajo, oriné como un litro completo. Esa vejiga mía sí que es brava, ¿qué tal? A mí esta vaina de pelar el culo así al lado de la carretera no me hace ninguna gracia, qué va, a ver si se te mete un insecto por la retaguardia y ni papel tengo para secarme, pero en fin...

MARIA SE REINCORPORA, PONIENDOSE DE PIE Y SUBIENDOSE LAS PANTALETAS. CREE ESCUCHAR UN RUIDO Y AGUZA EL OIDO. MIRA ALREDEDOR Y HABLA DE PIE, INTRANQUILA, ALERTA, EN ACTITUD DE RESGUARDARSE LA ESPALDA CONTRA LA CAMIONETA.

— Esto por aquí sí está solo. Da como nervios. ¡Conciencia sucia, mijita, diría mi mamá! Hace rato que no me cruzo con nadie, hombre, mujer, ni bicho de uña. Ni con tu espíritu, Eva, bichita. Ahora, lo que sí es verdad es que el paisaje es bien bonito. Aire puro y todo verde. Sin contaminación, ni ruido. Una hasta puede escuchar su propia respiración y el latido del corazón (SE COLOCA LA MANO SOBRE EL PECHO) cataplum, cataplum, cataplum, chin chin, cataplum. Esto como que es el propio jardín del edén, el paraíso, pues. Y la carretera que sube y baja y curvas a la derecha y giras a la izquierda. Como carajita en montaña rusa. Y ves árboles, no me pregunten cómo se llaman, porque a mí me rasparon en biología. Pero de lo que sí me acuerdo, ya que siempre me han gustado que jode, es de los animales: protozoarios, esponjiarios, mamíferos, coleópteros, plantígrados, reptiles, ofidios y el bicho feo ese, que es medio oso y medio pato, ¿cómo es que se llama? ¡Ah, ya sé, el ornitorrinco! (LEVANTA EL DEDO INDICE, EN ACTITUD DE DICTAR UNA CLASE MAGISTRAL). Originario de Australia, igual que los canguros y Mel Gibson y Russell Crowe, ese par de carajos sí que están buenos. Debían aparecerse ahora mismo por aquí y rescatarme a mí, la heroína de la película. Los dos, sí, para mí solita, que también me sale fantasear con machos ajenos.

MARIA, COQUETA, SE ALISA EL VESTIDO Y SE ACOMODA EL CABELLO.

— Yo... (CANTA, CON UN MICROFONO IMAGINARIO EN LA MANO, REMEDANDO EL VIEJO EXITO MUSICAL DE MELISSA GRIFFITH) que soy una señora, de una conducta intachable en la vida.

VUELVE A HABLAR.

— Yo, que soy una dama distinguida, culta, actualizada, experta en economía doméstica y artes culinarias. Yo, que no trabajo en la calle, pero que me meto en internet y manejo información, y no como la Eva esa que, cuando no estaba pegada a mi marido, se la pasaba dándose masajes en el spa, o arreglándose las greñas en la peluquería, o pintándose las pezuñas. Eva era summa cum laude en lipoescultura 1, estética facial 2, depilación 3 y técnicas sexuales 4. ¡Pedazo de puta eras lo que tú eras, mijita!

MARIA, MAS TRANQUILA, SE SIENTA EN EL PISO, DE FRENTE AL PUBLICO, RECOSTADA DE UNO DE LOS CAUCHOS.

— Y una, pendiente de los zapatos del maridito, de las camisas del esposito, del uniforme y de las tareas de los niños. Que si Miguelángel Junior, ¿ya estudiaste para el exámen?. Que si Miguel José, ¿ya hiciste la tarea de Matemáticas?. Que si Juan Miguel, ¿ya terminaste la maqueta de Artes Plásticas?. Que si Miguel Antonio, ¿ya te aprendiste el Catecismo?

— Que si qué, que si qué, que si qué...¡Qué ladilla, señoras y señores ! La misión de una esposa amantísima y madre abnegada parece ser volverse una ladilla que ladilla a todo los seres queridos, todo el tiempo

— Capítulo aparte son los deportes. Porque Miguelángel, el atleta frustrado, sueña con formar un equipo de fútbol con sus hijos y sobrinos. Pero es una, la pendeja de turno permanente, quien lleva y busca a los niños al entrenamiento, les compra los uniformes, se cala los partidos de los sábados y lava toooooda esa ropa sucia, hedionda, tierrúa, mugrienta y percudida.

MARIA SOSTIENE UNA CAJA DE DETERGENTE IMAGINARIA AL LADO DE SU CARA Y PROTAGONIZA EL TIPICO TESTIMONIAL PUBLICITARIO.

— Señora amiga mía, para que sus hijos luzcan siempre relucientes, lave toda su ropa con este detergente. Porque esta maravilla de producto le dejará muchísimo tiempo libre para que usted se dedique a dejarse amar y consentir por su maridito.

SUSPIRA.

— Ay, si la vida fuera como la pinta la publicidad. Una siempre sonriente y arregladita, llenando el carrito del supermercado sin preocuparnos de tener que comprar sólo lo que está en oferta. Y, despues, remojándonos en un jacuzzi y, luego, jugando ruleta en un casino de Aruba. Y, más tarde... más tarde, chica, suena el despertador y te despiertas y te miras en el espejo del baño a las seis en punto de la mañana, haciendo un inventario de tus nuevas arrugas y tus nuevas canas y tus ojos hinchados y soñolientos.

— Y te preguntas, como la bruja mala de Blancanieves, espejito, espejito, ¿quién es la más pendeja, jodida y vuelta mierda de esta familia?

— Y el espejo responde: túuuuuuu, Maríiiiiiia, túuuuuuu...¿quién más, pues?

MARIA SE REINCORPORA, DANDOSE UNAS NALGADAS PARA LIMPIARSE.

— Estas nalgas todavía están firmes, este culo todavía está bueno...

MARIA SE SIENTA SOBRE EL CAPÓ, DE FRENTE AL PUBLICO.

— A mí no me gusta hablar mal de nadie, pero dígame lo de calarse a la suegra. Esa vaina sí es arrecha. Mi suegra, Doña Rosa, es el propio pasaporte al infierno. (ENUMERA CONTANDO CON LOS DEDOS) Quisquillosa; maniática; metiche; chismosa; malasangre; malhumorada; féeeeea la pobre vieja; currrrrrsi para vestirse; pichiiiiiiiirre con los regalos; fassssssssssstidiosa con los nietos. ¡Se me acabaron los dedos! Tendré que contar con los dedos de los pies, pero sin quitarme los zapatos. Criticoooooona conmigo; hipocondriaaaaaaca; con caspa y mal aliento; gooooooorda como ella sola.

— Y vive pidiéndole plata a Miguelángel. ¡Parece una monja! Michelángelo mío, le dice, dáme dinerito para el bingo; para la rifa de la cofradía del santo sepulcro; para comprar en la farmacia municipal las medicinas con descuento. Para arreglarse los juanetes; para teñirse aquel cabello grasoso, laaaaaargo y maloliente. Chica, ¿así serán todas las suegras?

MARIA SE PONE DE PIE Y CAMINA.

— Porque yo a veces me pregunto: ¿Nos convertiremos todas en Doña Rosa, Doña María, Doña Fulana, Doña Mengana, Doñas Amargadas, Derrotadas y Resignadas?

— ¡Ay, no qué susto! No, no, no, no. ¡Cancelado!

— Y mejor ni les cuento de mis cuñadas, todas muertas en vida. Santurronas. (LAS REMEDA, ARRODILLANDOSE, PERSIGNANDOSE, DANDOSE GOLPES DE PECHO Y REZANDO. SE VUELVE A PERSIGNAR Y SE LEVANTA). Culo malo, nariz pa´rriba. Ese par de cacatúas sólo han leído la biblia y el Manuel de Carreño. Hablan bajito, no dicen groserías, no fuman, no toman, no bailan. Yo no sé cómo quedaron preñadas. ¡Ay, sí sé ! (SONRIE) ¡De un lechazo! ¡De un lechazo, uno sólo, del pobre marido borracho.

— Ese retrato de familia es, como díce mi tía Maruchi, horroroso, horroroso. ¿Tú las conociste, esta niña, Eva? ¿No, verdad? ¡Menos mal, mijita, dios te libre! (MARIA SE CALLA EN SECO) ¿Dios te libre? ¡Agradéceme que yo te libré de esa verga!

MARIA ABRE LA PUERTA DEL CONDUCTOR Y SE SIENTA CON LA PUERTA ABIERTA. BEBE AGUA DE SU BOTELLITA PLASTICA. ENCIENDE UN CIGARRILLO, SE VUELVE A BAJAR DE LA CAMIONETA, CIERRA LA PUERTA CON LA CADERA, SE SIENTA SOBRE EL CAPÓ (DE PERFIL AL PUBLICO) Y CANTA SENSUAL, IRONICA.

— Fumar es un placer, tatín, fatal. Fumando espero al hijoputa que yo quiero, plim, plim, fruta prohibida, ahora estás podrida, ja, ja, con los gusanos comiéndote las manos y con las moscas queriendo vomitar, plim, plam.

MARIA TARAREA Y FUMA. FUMA Y TARAREA. DISFRUTA SU CIGARRILLO ASPIRANDOLO CON FRUICION Y EXHALANDO SOSTENIDAS NUBES DE HUMO. SE TOMA SU TIEMPO. CUANDO CONCLUYE, SE BAJA DEL CAPÓ, BOTA EL CIGARRILLO Y LO APLASTA CON EL PIE.

RETOMA SU MONOLOGO, DESPLAZANDOSE ALREDEDOR DE LA CAMIONETA, SIRVIENDOSE DE ELLA PARA SOSTENERSE, APOYARSE, EN UN MOVIMIENTO CASI COREOGRAFICO.

— Muerta la perra... ¡ se acaba la rabia ! Si Miguelángel hasta le había alquilado un apartamento y yo tenía la dirección: Aparthotel El Cid, piso cinco, suite cinco cero seis. (DIBUJA ENORMES NUMEROS EN EL AIRE). Ay, pero es que si yo los hubiera sorprendido juntos, desnudos, en la cama, los mato. No, a mi Miguelángel no. A él lo amarro y lo amordazo para que vea y sufra y vea sufrir a su perrita.

— ¿A ella? A ella la mato despacito para que grite y se joda y el cabrón de mi esposo se cague del susto y del asco, porque ese es un cagón y un delicado y un mariconazo de primera. Mucho pelo en el pecho y mucha voz grave y mucho whisky pasando por su garganta, pero pura bulla, mucho vello y pura bulla.

María se atraganta con un acceso de risa. Un caudal de carcajadas riquísimas que la liberan

HILARANTE.
— ¡ Qué de pinga es cagarse de la risa de las tragedias de una misma ! Un whiskycito ahora mismo no me vendría nada mal. ¡A tu salud, Eva! (BRINDA EN EL AIRE).

BREVE PAUSA. MARIA TRANSFIGURA SUS FACCIONES, EN UN GIRO SINIESTRO. CAMBIA RADICALMENTE EL REGISTRO DE SU DICCION.

— Y es que si los hubiera agarrado tirando juntos, como animales en celo, yo la habría matado a ella, again and again (GESTICULA CON ENFASIS, DRAMATIZANDO CADA UNA DE SUS AMENAZAS), arrancándole las uñas con mis dientes, sacándole los ojos con mis uñas, quebrándole los dientes con mis tacones, cortándole los pezones con mis tiijeras, metiéndole mi brazo izquierdo entre las piernas para estrangularle el cuello del útero, amarrarle las trompas de falopio y vaciarle la matriz.

MARIA SE PARA AHORA DELANTE DE LA CAMIONETA CON LAS PIERNAS ABIERTAS, PROSAICA, ESCATOLOGICA, DESAFIANTE.

— Y me voy a orinar sobre tu tumba. Y hasta el mismísimo infierno te va a llegar el olor de mi sexo. Un olor que tú conoces, porque cuando se lo chupabas a mi marido, Eva, estabas tragándote el sabor de mi sexo lleno de la saliva y el semen de Miguelángel, mojado de Miguelángel, hediondo de Miguelángel, desvirgada de MIguelángel, quesuda de Miguelángel, podrida de Miguelángel, mucho antes y primero que tú. Eva, tú, Eva. Tu nombre me retumba en los oídos y no sé si nombrándote me libro de ti, como una catarsis, como un exorcismo, como terapia de grupo conmigo y conmigo. El grito primario: Evaaaaaaaa. Evaaaaaaaaa. (GESTICULA, GRITA, SE AGARRA LA CABEZA ENTRE LAS MANOS). Estás muerta y destripada, Eva. Muerta y enterrada, Eva. Muerta y vuelta mierda. Ahoritica mismo te estás pudriendo, Eva. Se está descomponiendo tu carne todavía joven, todavía tibia, todavía tersa.

MARIA SE DESPLAZA Y SE COLOCA TRAS LA CAMIONETA, HABLANDONOS A TRAVES DE ELLA. SU CABEZA Y HOMBROS SE ASOMAN POR ENCIMA DEL TECHO, ESTIRANDO SUS BRAZOS Y MANOS EXAGERADAMENTE, EN UNA GESTUALIDAD DESGARRADORA.

— Porque, coño, chica, Eva, colega, con tantos hombres en el mundo, ¿por qué tuviste que antojarte del mío propio, Eva? Si Miguelángel es mi ángel, mi dios del amor y mi demonio. El tipo que me desvirgó con su serpiente, mi animal favorito, mi jinete. Mira, chica, y te digo que si tengo que matarlo a él también lo hago. Lo acuchillo en el cuello para que se ahogue en su propia sangre, con el miedo que él le tiene a asfixiarse. Porque él es mío, Eva, a ver si lo entiendes. Tu no fuiste más que otra aventurita, mijita. Que te montó un apartamento, dios sabe hasta cuando te hubiera durado. En un par de meses ya se habría aburrido de ti, como lo hizo con tantas otras.

MARIA SE SUBE DE PIE ENCIMA DEL CAPO PARA ACCEDER Y SENTARSE ENCIMA DEL TECHO DEL CARRO. SE ACUESTA, GIRA BOCA ARRIBA Y BOCA ABAJO. SE VUELVE A SENTAR SIN DEJAR DE HABLARNOS.

— Y, mira, volviéndolo a pensar en frío, sí, a él también lo habría matado. Total, Miguelángel tiene un tronco de seguro de vida que cubriría los gastos de mis niños hasta que pudieran valerse por su cuenta.

— El es mío, mío, mío, mío. Yo lo escogí hace doce años y le dí sus cuatro hijos varones igualiticos a él y engordé y vomité y me deformé y me salió celulitis y se me cayeron las tetas y las cesáreas me dejaron cicatrices y ya no me desea como antes, ni me hace el amor como antes, ni me hace sentir como antes, ni logro excitarlo como antes, ni bailamos como antes, ni hablamos como antes, ni nos reímos como antes, ni compartimos como antes y ya no vivimos como antes. Eva, mujer, ¿acaso tú sabes lo triste que es sentir todas estas vainas?

— Por eso, chica, es que no me arrepiento de nada. Me caga, me asusta y sé que ya no hay marcha atrás y que tú sólo fuiste una pequeña victimita, una circunstancia. Pero lo haría otra vez, sí, lo haría una y otra vez para acabar con todas esas Evas ladronas de Adán, saqueadoras de hogares, destructoras de matrimonios, hembras con hambre de compañía, parásitos sexuales que se aferran a penes ajenos prometiéndoles, con ese escote tan abierto, nuevas sensaciones; con ese par de pupilas dilatadas, nuevas emociones y con esa actitud de admiración generalizada: nuevos oídos, tuyitos, papi, tuyitos, para sus viejos cuentos de siempre; nuevas sonrisas para sus viejos chistes repetidos; nuevas cavidades para sus añejos espermatozoides extenuados.

MARIA DESCIENDE A TIERRA FIRME. ABRE LA PUERTA DEL CONDUCTOR. ENCIENDE LOS FAROS DE LA CAMIONETA, EVIDENCIANDOSE, AHORA SI, EL PASO DEL TIEMPO A TRAVES DE LA DISMINUCION DE INTENSIDAD Y EL CAMBIO DE COLORATURA DE LA ILUMINACION GENERAL. EL SOL CASI DESFALLECE. MARIA SE SIENTA CON LA PUERTA ABIERTA, DE FRENTE AL PUBLICO, PARA SEGUIR HABLANDO.

CONFESIONAL, INTIMA.
— Nada personal, tu entiendes, Eva, pero todo lo que ustedes hacen es tragar, succionar, provocar y llenarse de eyaculaciones que nos pertenecen, de hecho y derecho, a nosotras sus mujeres legítimas, hembras oficiales, las propias de carne y hueso, de verdad— verdaíta, con la fuerza de la costumbre, con papeles.

— Nosotras, coño, nosotras, que respiramos sus flatulencias a medianoche y nos desayunamos con su mal aliento en las mañanas. Nosotras, burras, putas, perras domesticadas, enfermeras, asesoras, vientres, madres, receptáculos, parturientas, sirvientas ad— honorem, comemierdas en plato hondo y con cuchara sopera. Asesinas solapadas. Vengadoras en potencia. Víctimas y verdugos que matamos los sueños y las ganas de nuestros machos.

AHORA SUAVE, CONCILIADORA.
— Nosotras, Eva, ¿me escuchas?, que adormilamos al cazador, al cavernícola, al guerrero. Con nuestras pláticas, nuestras súplicas, nuestros reclamos, nuestras miserias y mezquindades, nuestras inoportunas menstruaciones, nuestros dolores de cabeza, nuestras exigencias y aspiraciones, nuestra incomprensión hacia su grandeza.

— Y es que no nos decidimos a entender que nuestra debilidad los empuja a ellos a engañarnos, traicionarnos, humillarnos, reirse a costa nuestra. Porque nosotras, las mujeres, antropófagas por naturaleza, nos atacamos entre nosotras mismas, aniquilándonos ante los ojos divertidos de los varones.

MUY SERENA.
— Y yo, lo reconozco, toqué fondo, pasé todos los límites, llegué a los extremos. Estoy en un camino sin retorno, de esos con luces rojas y señales de peligro que te advierten que, si sigues, es cosa tuya, vas por tu cuenta, a tu propio riesgo.

— Pero qué reconfortante fue oir el crujido de tus huesos, Eva, quebrándose entre el parachoques y la acera. Crracccckkk. No hay vuelta atrás, ciudadana. Y yo que te decía: evita a Miguelángel, Eva, evita a Miguelángel, Eva, evita a Miguelángel, Eva. Y tú que no me hacías caso, tú que te reías de mis amenazas, tú que no me tomabas en serio. Ya ves...

MARIA SE LEVANTA Y SE COLOCA FRENTE A LOS FAROS DE LA CAMIONETA.


— Ahora debo escapar. Esconderme. Desaparecer. Volverme otra...

— Ya no me llamaré María, sino Airam, Maira, Armaí, Irama, Maraí. Como si alterar las letras de mi nombre, cuando lo hacía jugando Scrable, me permitiese rehuir. De Miguelángel. De la cárcel. De los ojos incrédulos de mis hijos.

— Empezaré por cambiarme desde fuera, para engañarme a mí misma. (GESTUALIZA LO QUE DICE). Modificaré mi peinado. Cambiaré el color de mi pelo. Alteraré mis facciones con un maquillaje bien marcado que disfrace mis rasgos, creándome una máscara que oculte mi miedo. Vestiré ropa sin marca. Me confundiré entre tantas otras, anónima, ajena. Caminando rápido, con pasos cortos, silenciando mi voz, bajando la mirada, desapareciendo, transparentándome, haciéndome invisible a los demás, pero reconociéndome yo misma en el espejo

— Y persistiré, a pesar de todo. Sin Miguelángel. Sin la tortura de su desprecio. Sin su desamor. Sin su indiferencia. Sin el abrazo de mis niños. Sin las voces amigas. Esta será mi remisión y mi condena.

— Yo, María, armada con mi desesperación y mi certeza: Miguelángel, nunca, volverá a engañarme con Eva.

SUMAMENTE PAUSADA.

— Yo, María, desterrada del paraíso. Yo, Irama, sin Adán. Yo, Maraí, sin manzana. Yo, Maira, sin dios que me tiente. Yo, Airam, sin existencia propia. Yo, Armaí, ahora, serpiente.

CON LAS PIERNAS SEPARADAS, MARIA SE PALPA EL PUBIS VIGOROSAMENTE, CON FUERZA, FRENTE A LOS FAROS DE LA CAMIONETA Y PERMANECE EN ESA POSICION HASTA QUE CIERRE EL TELON.

— Por culpa de esta herida abierta entre las piernas.

LAS LUCES SE APAGAN COMPLETAMENTE, QUEDANDO EL ESCENARIO ILUMINADO SOLO POR LOS FAROS DE LA CAMIONETA.

TELON CIERRA.

SEGUNDO ACTO

ESCENARIO VACIO. COMPLETAMENTE NEGRO. SUENA EL "ALELUYA", GRANDIOSO, CELESTIAL, ENVOLVENTE, LLENANDO LA SALA. DE ARRIBA DESCIENDE, SUJETA POR UN ARNES, EVA ATAVIADA COMO UNA PROSTITUTA ANGELICAL, DE PUNTA EN BLANCO: ZAPATILLAS DE BALLET BLANCAS, MEDIAS BLANCAS SUJETAS CON LIGUERO Y LIGAS BLANCAS. NEGLILLE BLANCO SUMAMENTE ESCOTADO, CON PUSH— UP, Y ENORMES ALAS DE ANGEL.

EVA SE POSA SUAVEMENTE EN MEDIO DE ESCENA, ILUMINADA POR UN HALO CELESTIAL. PERMANECE QUIETA UN MINUTO, CON LAS MANOS JUNTAS EN POSICION DE REZO, CUAL APARICION DIVINA. SE DESVANECE LA ILUMINACION CELESTIAL EN SINCRONIA CON LA MUSICA.

EVA "DESPIERTA" DEL TRANCE SANTORAL. SE DESABROCHA EL ARNES Y HABLA.

EVA:
— Así que les dijeron que yo soy la mala de la película.

EVA SE MUEVE SINUOSA POR EL ESCENARIO, COMO UNA SOBERBIA CRIATURA QUE HACE GALA DE SU BELLEZA, ADUEÑANDOSE DE SUS NUEVOS DOMINIOS.

— ¿Yo? ¿Moi? ¿I? ¿ío?

— Yo, Eva, que soy tan...hermosa, exquisita, deliciosa, atractiva, formidable, estupenda, soberbia.

— Yo, Eva, que estoy tan...buena, tan divina, tan rica, tan bien formada, tan voluptuosa, tan... (TARAREA Y SE CONTONEA) Tan tan tan tan.
EVA BAJA HASTA EL PUBLICO, MIENTRAS SE ENCIENDEN LAS LUCES DE LA SALA. EVA DESFILA INSINUANTE, CON EL DEDO EN LA BOCA. COLOCA UN PIE SOBRE EL REPOSABRAZOS DE UN ASIENTO OCUPADO Y HACE ADEMAN DE ACOMODARSE LA MEDIA, ACARICIANDOSE LA PIERNA. REPITE LA OPERACION EN OTRO ASIENTO LEJANO. RECORRE LA SALA ARRIBA Y ABAJO. SE SIENTA EN LAS PIERNAS DE ALGUN ESPECTADOR PARTICULARMENTE SERIO Y LE PREGUNTA, MIMOSA.

— ¿Tú de verdad crees que yo soy la mala de la partida?

SE LEVANTA Y SUBE AL ESCENARIO.

— ¿Ustedes lo creen?

SE APAGAN LAS LUCES DE LA SALA MIENTRAS DESCIENDE, EN MEDIO DE ESCENA, UN COLUMPIO EN FORMA DE MEDIA LUNA BLANCA. EVA SE SUBE CON GRACIA Y SE BALANCEA.

— Yo, Eva, a pesar de lo que muchos de ustedes creen... (SE INTERRUMPE Y SEÑALA AL PUBLICO) Sí, señora, es con usted. Sí, sí, no se me haga la loca, que es con usted, la señorona estirada que murmura allá en la novena fila...

— Yo, pues, decía no soy ninguna puta. (EVA SE PEGA EN LA BOCA). ¡Ay, qué grosera, Eva! Mira que esto es un teatro decente, con un público muy distinguido, y aquí no se puede hablar así con vulgaridades. Además que tú ahora estás en el cielo, creo...

(SONRIE Y DISFRUTA MECIENDOSE)

— Pero bueno, el caso es que yo, Eva, no soy ninguna puta, ramera, casquivana, extraviada, perdida, meretriz, cortesana, tumba esposos, roba maridos... ¡Barragana, como decía Piñerúa! ¿Se acuerdan? (CANTA) ¡Barragana, correcto! ¡Piñerúa, correcto!

— Yo, Eva, lo que soy es una coleccionista de erecciones. Millardos y billones de espermatozoides se han vuelto locos en mi nombre. Tan tiernos esos cabezones moviendo sus colitas. Tan lindos y tan mal que huelen, ¿no?

SE MECE MOVIENDO LAS PIERNAS EN EL AIRE, CUAL NIÑA TRAVIESA.

— Yo, Eva, facilitadora, anfitriona y promotora del deseo. Sujeto, verbo y predicado del sexo. Por cierto, ya que hablamos de gramática, el grama— sutra y todos esos libros ilustrados, yo siempre me he preguntado si los verbos copulativos...¿se acuerdan de los verbos copulativos, verdad? Lengua y Literatura de Séptimo Año. Bueno, a ver si alguno de ustedes sabría responderme. Aquí, en este distinguido público tiene que haber algún profesor o alguna maestra... ¿Los verbos copulativos...harán el amor?

EVA SE COLUMPIA CADA VEZ MAS FUERTE HASTA QUE SE MAREA Y SE BAJA CON DIFICULTAD

— Ay, estoy mareada ¿Estaré preñada? (SACA CUENTAS CON LOS DEDOS Y MUEVE LA BOCA EN SILENCIO) ¡No, ni de vaina!

EL COLUMPIO HA SIDO SUSTITUIDO POR UN BUTACON MUY MULLIDO, BLANCO, SIN RESPALDO, COQUETO Y SENSUAL. EVA SE SIENTA. DE ENTRE LOS COJINES BLANCOS SACA UN VAPOROSO ABANICO BLANCO Y SE ECHA AIRE CON MUCHO GARBO.

— Yo, Eva, amada, sí; amante, sí; amada amante, como la canción de Roberto Carlos, sí que sí; amadísima y amantísima, uffffffff; mamadísima y mamantísima, ¡también, guao!

EVA SE TAPA LA CARA CON EL ABANICO.

— Yo, Eva, fruta dulcita, jugosa y prohibida. Mujer de Adán, el original, y de todos los Adanes. Mujer de Caín y Abel ¡Ay, ellos se peleaban tanto por mí, aunque el antiguo testamento no lo mencione! Mujer de Noé, Moisés y hasta del mismísimo Abraham. Avenida Abraham Lincoln, hotel Ambasador, habitación seis, nueve, nueve, seis.

— Yo, Eva, hembra complaciente y fogosa, odalisca enamorada, me describió el poeta a mí y no al Avila, como se piensa ¿okey? Musa, fetiche, compañera de coito, colega de cópula, artífice de la fornicación y el himeneo. (INTERRUMPE EL ABANICAMIENTO Y ESPETA AL PUBLICO). Ah, para que vean que yo también manejo mi léxico ¿Entendieron? Porque la gente siempre dice: pobrecitas las amantes, son tan brutas ¡Putas, sí. Brutas, no! ¡Por favor, no sean simplistas!

SE ABANICA DE NUEVO. SE DETIENE CAPRICHOSA. CIERRA EL ABANICO CON UN MOHIN.

— Ay, tengo sed.

DE INMEDIATO, UN ANGEL CON ENORMES ALAS, ALTO, ESBELTO, RUBIO, MUSCULOSO Y FORNIDO, VARONIL, APENAS VESTIDO CON UN MINUSCULO TAPARRABOS BLANCO, ENTRA PRESUROSO A ESCENA TRAYENDO UN VISTOSO COOLER BLANCO CON LARGO PITILLO BLANCO. SE LO EXTIENDE A EVA, QUIEN LO AGARRA, BEBE, AGRADECE Y LE DA UNA SONORA NALGADA AL ANGEL QUE ABANDONA TURBADO EL ESCENARIO.

— ¿No se los dije? ¡Estoy en el cielo!

EVA DA OTRO SORBO, ESTA VEZ MAS LARGO. SE DIRIGE DESAFIANTE AL PUBLICO.

— ¿Qué? ¿Tienen sed? ¡Pues aguántense!

BEBE OTRA VEZ, HACIENDO RUIDO. SORBE Y NO LE SALA MAS NADA. DESTAPA EL COOLER Y LO PONE, VACIO, BOCA ABAJO.

— ¡Jey, Angel!

EL ANGEL VIENE CORRIENDO Y RETIRA EL COOLER VACIO, CUIDANDOSE DE NO DARLE LA ESPALDA A EVA. SALE DE ESCENA.

— Si así son los mesoneros, ¿se imaginan cómo será el Room Service?

— Con tantas interrupciones, una pierde el hilo. Ah, ya sé lo que me molesta. Estas alas pesan. ¡Angel!

EL ANGEL ENTRA CORRIENDO Y LE RETIRA CUIDADOSAMENTE LAS ALAS. SE LAS LLEVA.

— Me acabo de quitar un peso de encima ¿Ven? Esto es lo que me hacía falta.

— Ahora sí, ¿en qué estábamos?

EVA SE LLEVA EL DEDO A LA BOCA Y PIERDE LA MIRADA, COMO RECORDANDO. RETOMA SU PAPEL Y CONTINUA. SE RECUESTA AHORA COMODAMENTE, REMEMORANDO A LA MAJA DESNUDA DE GOYA.

— Yo, Eva, hija de Eros, maja desnuda ¿te acuerdas, Goya? Mujer por los cuatro costados. Fémina por el norte, diosa por el sur, reina del este y bruja mala del oeste.

EVA SE LEVANTA Y CAMINA HASTA EL BORDE DEL ESCENARIO.

— Yo, Eva, que soy la perdición de los ángeles, arcángeles y Miguelángeles.

EVA RECORRE EL BORDE DEL ESCENARIO, CUAL ACROBATA, CON LOS BRAZOS EXTENDIDOS, JUGANDO A HACER EQUILIBRIO.

— Yo, Eva, caminadora divina y no hay dios que falte.

EVA SE SIENTA EN UN EXTREMO, AL BORDE DE ESCENA, BALANCEANDO LAS PIERNAS HACIA EL PUBLICO.

— Yo, Eva, la jeba de Adán, que pongo a sudar, suda que suda, al mismísimo Lucifer, alias Belcebú, príncipe de las tinieblas.

SE APAGAN TODAS LAS LUCES DEL TEATRO. EVA ESPERA UN TIEMPO PRUDENCIAL Y EXCLAMA, A OSCURAS.

— ¿Qué, no me digan que se me asustaron? ¿Le tienen miedo a la oscuridad, a las penumbras, a las tinieblas? ¡Si así oscurito se está bien rico y una no sabe quien la está agarrando!

SE ENCIENDE UN SEGUIDOR DE LUZ MUY TENUE, ABSOLUTAMENTE FOCALIZADO SOBRE EL ROSTRO DE EVA.

BURLONA
— Ya las beatas iban a salir corriendo del teatro. Tranquilas, señoras, que el diablo no aparece en el elenco de esta obra. Bueno, por ahora...

— Yo, Eva, mujer primigenia, la original del pecado original, la que mordió la manzana prohibida y la serpiente de Adán.

— Yo, Eva, la inspiración de Marilyn Monroe; Lorena Bobbit; Mónica Lewinsky; Salomé; Mata Hari; Cleopatra; María Antonieta, cuando la nombro a ella me duele la cabeza y el cuello; María Lionza, salve, reina; Frida, pata podrida; Rita Hayworth; Marlene Dietrich; Carmen Miranda, Eva Braun, Eva Perón...

EVA, DE REPENTE, ROMPE LA ENSOÑACION Y AGRIA LA CARA.

— ¿Blanca Ibáñez, Cecilia Matos? ¡Guácala, ay, no!

VUELVEN LAS LUCES DE ESCENA Y VEMOS AHORA UNA SUNTUOSA PEINADORA BLANCA, CON ESPEJO DE CARA AL PUBLICO. UN MULLIDO TABURETE BLANCO Y UN PARABAN BLANCO DE TRES ALAS QUE APENAS CUBRIRA A EVA DESDE LA MITAD DE SUS SENOS HASTA LA PARTE MAS ALTA DE SUS MUSLOS.

EVA SE SIENTA EN EL TABURETE, DE ESPALDAS AL ESPEJO Y DE CARA AL PUBLICO.

— Yo, Eva, asediada, perseguida, envilecida.

— Yo, Eva, envidiada por todo un ejército de mujercitas, pobrecitas, lastimositas (GESTICULA CON LOS DEDOS), así, esmirriaditas, empequeñecidas, disminuidas, chirriquiticas, mujercitas en minúsculas.

— ¡Angel!

EL ANGEL VA COLOCANDO, CUAL NIÑO JUGANDO, MIENTRAS EVA CONTINUA HABLANDO, UNA FILA DE MUÑEQUITAS MINIMAS, VESTIDAS TODAS DIFERENTES, AL BORDE DEL ESCENARIO.

— Espositas; casaditas; matrimoniaditas; concubinitas; queriditas; arrejuntaditas; infelices, inseguras; sacrificadas en nombre del amor; maltrechas en nombre del "sí acepto"; envejecidas en nombre del "hasta que la muerte nos separe"; arrugadas; encanecidas; resecas; amargadas; vacías; disecadas; desesperadas; desesperanzadas; atrapadas; encadenadas; asfixiadas; derrotadas por el paso de los años y el peso insostenible del yugo conyugal.

— Sometiditas. Resignaditas. Muerticas de miedo en vida. Sacrificaditas. Y lo peor es que todas te dicen lo mismo. Ay, es que yo me calo todo esto por mis hijos. Cuando crezca, huyo. Cuando se gradúen en la universidad, me separo. Cuando mis hijas se casen, me libero. ¡Mentiras, señoras! El asunto con toditicas ustedes es hasta que se queden viudas o el divorcio las separe. Y después, después vienen los nietos y ahora es cuando. Vuelta a cambiar pañales, destapar compotas y tener la casa boca abajo. ¡Ustedes están condenadas de por vida y me perdonan que se los recuerde! ¡Angel!

EL ANGEL HA TERMINADO SU LABOR Y HA SALIDO DE ESCENA. RESPONDE AL LLAMADO DE EVA TRAYENDOLE UNA GUIA TELEFONICA QUE ELLA HOJEA Y LEE EN VOZ ALTA.

— Señora de...Arévalo (EVA LEVANTA LA VISTA AL PUBLICO Y SE DIRIGE A ELLOS) Señoras, por favor, al ser nombradas, pónganse de pie y digan "presente".

EVA ENUMERA LOS APELLIDOS HACIENDO LAS PAUSAS NECESARIAS EN ESPERA DE RESPUESTA.

— Señora de Arévalo; señora de Bustamante; señora de Ceballos; señora de Díaz; señora de Escalante; señora de Fernández; señora de García; señora de Hinojosa; señora de López; señora de Mendoza; señora de Núñez; señora de Ortega; señora de Pérez; señora de Quesada; señora de Rodríguez; señora de Sánchez; señora de Tellechea; señora de Urbina; señora de Velázquez; señora de Yánez; señora de Zerpa. ¡Angel!

EVA DEJA DE PASAR LISTA Y LLAMA AL ANGEL, QUIEN APARECE ARRASTRANDO UN MANIQUI FEMENINO CON TRAJE DE NOVIA, QUE COLOCA DE PIE, A UN COSTADO DE EVA. EL ANGEL AGARRA LA GUIA TELEFONICA Y SE LA LLEVA. VUELVE DE INMEDIATO CON UN MANIQUI MASCULINO VESTIDO DE NOVIO QUE COLOCA CONTIGUO A LA NOVIA.

— ¡Angel!

EL ANGEL SALE CORRIENDO Y VUELVE CON UNAS ESPOSAS POLICIACAS QUE ENTREGA A EVA. EVA SE PONE DE PIE Y LAS ALZA TEATRALMENTE, PAVONEANDOSE CON ELLAS EN ALTO POR EL ESCENARIO. EL ANGEL SE HA RETIRADO. EVA SE DETIENE AL LADO DE LA PAREJA NUPCIAL Y EXCLAMA.

— ¡Esposas! Es-po-sas ¡Esposas!

SE COLOCA FRENTE A LOS NOVIOS Y LES PONE LAS ESPOSAS, MIENTRAS DECLARA.

— Yo los declaro marido y esposa.

EVA SE PONE DE FRENTE AL PUBLICO Y EXCLAMA.

— ¡Esposados! Dos esposados.

EVA SE SIENTA EN EL TABURETE, FRENTE A LA PEINADORA Y DE ESPALDAS AL PUBLICO, QUIEN LA OBSERVA REFLEJADA EN EL ESPEJO.

— ¡Angel, retíralos de mi vista!

EL ANGEL, PRESUROSO, ARRASTRA A LOS MANIQUIES FUERA DE ESCENA. EVA SE CONTEMPLA EN EL ESPEJO CON NOTABLE COMPLACENCIA. LE GUSTA LO QUE VE. SE SONRIE A SI MISMA. EL ANGEL REGRESA CON EL TIPICO RAMO DE NOVIA. SE LO ENTREGA A EVA, QUIEN LO LANZA AL PUBLICO.

— ¡Ahí va la próxima...pendeja! ¡Enamórense, pues, pero no se amarren! ¡Aprendan!

EVA CANTA EL TEMA DE SERRAT.
—Porque la quería, no quiso papeles. Porque la quería...

EL ANGEL SE HA RETIRADO Y EVA COMIENZA A QUITARSE EL MAQUILLAJE CON UNA CREMA LIMPIADORA, MIENTRAS HABLA AL PUBLICO, VIENDOLO A TRAVES DEL ESPEJO.

— Yo, Eva, lo que soy es una gran incomprendida. Miren, no quiero aburrirlos y eso que yo misma ya estoy cansada, pero creo que me sale explicarme. Ahora es mi turno., como quien dice, mi derecho a réplica.

— Yo, Eva, la amante, esa criatura tan desprestigiada, soy un personaje histórico, bíblico, necesario. Sin mí la vida sería muy aburrida...

— Yo, Eva, soy prima lejana de María Magdalena. Y, dénse cuenta, hemos mejorado con el tiempo. Las amantes somos fieles creyentes y seguidoras de Carlitos Darwin, la supremacía de la más puta y la evolución de las especies.

EVA SE QUITA LOS ZARCILLOS Y CEPILLA SU CABELLO.
AL NATURAL, LUCE DIFERENTE, AUNQUE ESPLENDOROSA.

— Nuestra historia inmemorial se remonta a los cavernícolas, cuando teníamos que pelear a garrotazo limpio para conseguir macho; la leyenda del paraíso perdido; la Torre de Babel; Sodoma y Gomorra; el Pasapoga y el Tropicana.

EVA SE LEVANTA Y SE COLOCA TRAS EL PARABAN, DANDO LA CARA AL PUBLICO, MIENTRAS SE DESVISTE.

— ¡Angel!

EL ANGEL CORRE A SU LADO SOSTENIENDO Y DOBLANDO CUIDADOSAMENTE LA ROPA QUE ELLA SE QUITA Y LE ENTREGA.

— ¿Que...qué buscaba en mí tu Miguelángel, María? ¡Pues... todo aquello que tú le negabas!

— ¡Así de simple, colega!

— Amor, pasión, entusiasmo, creatividad, entretenimiento, complicidad, diversión, comprensión, variedad...¡y unas mamadas divinas!

— No, en serio, compatriota ginecológica, hermanaza de hormonas, compañera de sangre, y digo sangre por las menstruaciones, más nada. Mi secreto con tu Miguelángel era que yo lo escuchaba, de verdad— verdad lo escuchaba, lo animaba, lo sorprendía, lo retaba, lo sacudía como un teremoto, entraba en erupción como un volcan.

— Y, lo más importante, no lo abrumaba con quejas y problemas domésticos, que si no me alcanza el presupuesto o que si la vida está cara. Ese es tu papel de esposa frígida, sufrida y llorona. La víctima, protagonizada por la señora María de Miguelángel.

— Coño, panita, yo, Eva, la putica pendeja de la partida, simplemente no dejaba que la rutina y la fuerza de la costumbre me ahuevonera a Miguelángel. ¿Cómo? ¡Ah, no, mujercita, esas son mis mañas, mis virtudes diferenciales, como dicen los publicistas, mis recursos, destrezas y habilidades específicas.

EVA SE HA QUEDADO COMPLETAMENTE DESNUDA TRAS EL PARABAN. EL ANGEL SE HA RETIRADO CON SU ROPA. EVA JUEGA A ASOMAR PARTES DE SU CUERPO CON SENSUALIDAD Y MALICIA. CUANDO SE CANSA LLAMA AL ANGEL.

— ¡Angel, tengo frío!

EL ANGEL RETORNA CORRIENDO CON UNA BATICA BLANCA, MINIMA, DE SATEN. SE LA ENTREGA. EVA SE LA PONE Y SE COLOCA DELANTE DEL PARABAN. EL ANGEL SE RETIRA.

— ¡Angel! ¿Y a ti quién te ha dicho que te vayas?

EL ANGEL REGRESA COMO UN PERRITO REGAÑADO. SE COLOCA DELANTE DE EVA, SUMISO Y CABIZBAJO. ELLA LE ACARICIA EL CABELLO.

— Angel, a ver, así, cierra los ojos.

CON UN SOLO MOVIMIENTO, EVA LE ARRANCA EL TAPARRABOS AL ANGEL, QUIEN HUYE DE ESCENA, AZORADO.

— ¡Así te quería ver, Angelito, con esas nalgas bien blancas y el pipicito pequeñito!

EVA SE SIENTA EN EL TABURETE DE LA PEINADORA Y HABLA.

— Ser la amante es un trabajo a dedicación exclusiva, a tiempo completo. Levantarse a un tipo sí es simple, okey, pero conservarlo, quedártelo, mantenerlo ahí pegado y comiendo en tu mano, éso hay que ganárselo.

— Porque no sólo es estar buena.

EVA SE LEVANTA Y DA UN GIRO DE 360º, ADMIRANDOSE.

— Las amantes somos y tenemos que ser mucho más inteligentes y talentosas que las esposas. ¿Por qué? ¡Coño, porque pasamos mucho menos tiempo con el hombrecito y debemos resultar memorables! Encantadoras. Calientes. Sorpresivas. Emocionantes. ¡Inolvidables! Para que vuelvan por más, mañana y el otro día y el otro y el otro, también.

— ¿Por qué? Porque en ese poquitico tiempo, jamás nos quejamos ni reclamamos nada. ¿Ladilladas? ¡Nunca! ¿Aburridas? ¡Ni de vaina! ¿Que quieres hacerme qué? ¡Vamos a echarle bolas! ¿Que me lo vas a meter por dónde? ¡Eso es dándole!

— Oye, pero aquí entre nosotras...

EVA ACERCA EL TABURETE AL BORDE DEL ESCENARIO Y TUMBA CON SUS PIES LAS MUÑEQUITAS QUE TIENE CERCA.

— Aquí, entre nosotras, estar buena es peligroso ¡Si a mí hasta me mataron por estar buena! Coño, y me dolió, sabes, María (SE SOBA EL COSTADO).

— Estar buena, cansa. Gimnasio. Dieta. Las pastillas esas que se comen la grasa y hacen que te cagues encima. Lipoescultura. Vendas frías. Masajes. Tratamientos con láser. Crema antiarrugas. Thalasoterapia. Lociones humectantes. Cuidado con la celulitis en el culo y la piel de naranja en las tetas. Aprieta duro esa cuchara. Si te aflojan los músculos vaginales, pierdes... ¡Coño, y depilarse! (SE PASA LAS MANOS POR LAS PIERNAS).

— A las amantes todo el mundo nos juzga a la ligera, desde afuera, sin saber la verdad ni importarles. Las amantes servimos, entre otras cosas, para protagonizar obras de teatro y telenovelas. Curas, periodistas, maestros, abogados. Todos tienen una opinión formada sobre las amantes. Coño y cómo nos miran, cómo nos morbosean, cómo nos bucean y desean, con esos ojos puyúos y la lengua afuera, babeándose como los propios perros...pero sin tener las santas bolas de intentar algo, en serio, con nosotras. De establecer contacto y decirnos una frase medianamente inteligente. Sin piropos baratos ni silbidos, ya que no somos perras, ni burras. Tan sólo hembras.

— ¡Fariseos, cobardes, hipócritas! ¡Por una puta vez en sus aburridas vidas, intenten hacer algo memorable! ¡Protagonicen su propia aventura, realicen su fantasía sexual secreta, disfrácense de bomberos y tiren hasta que se quemen de las ganas, carajo, regálense una noche loca!

EVA BOSTEZA. SE TAPA LA BOCA. MUEVE LA CABEZA INTENTANDO ESPABILARSE.

— Perdónenme, estoy cansada. A una no la atropellan todos los días ni la remantan pasándole la camioneta por encima.

EVA CAMBIA DE REGISTRO. SERIA. GRAVE. PAUSADA.

— Hay hombres que van al psicólogo y hay hombres que van al gimnasio.

— Yo, Eva, fui ambas cosas para Miguelángel.

CONFESIONAL. EMOTIVA. SINCERA. SENTIDA. SIN NINGUNA POSE.

— Yo lo quise a mi manera. Y el poco tiempo que pasamos juntos, no me lo quitas tú, María, ni me lo quita nadie.

— De verdad, valió la pena. Y si este es el precio que debo pagar, no me importa nada. ¡Es una ganga!

— Lo mío con Miguelángel fue intenso. Demasiado hermoso. Arrecho. Y no se quedó sólo en la piel, María.

— A Miguelángel lo llevo tatuado en el alma. (SE GOLPEA EL PECHO). Miguelángel es un piercing que se me clavó en las entrañas. Y no sale, no se quita, no se desprende. Y es rico. Y es dulce. Y duele. Aunque ahora tan sólo sea un recuerdo que me hace sonreir y me reconforta. Estemos donde estemos y venga lo que venga. Mucho después que se congele el infierno, yo, aquí adentro (SE ABRAZA ELLA MISMA), seguiré llevando a Miguelángel.

CONVINCENTE. INTIMA. HUMANA. POETICA.

— Yo no te robé nada, María.

— ¡Nadie pertenece a nadie!

— Y si lo pudiera hacer, volvería a amar otro millón de veces a Miguelángel.

— Porque ahora lo sé y te lo digo con absoluta certeza, no hay paraíso ni infierno, ni nadie que hasta allí nos mande.

— Tan sólo hay Evas, Marías y Miguelángeles.

EVA SE PONE DE PIE. ARRASTRA CONSIGO EL TABURETE, RUIDOSA Y PESADAMENTE, HASTA LA MITAD DEL ESCENARIO. SE COLOCA DE CARA AL PUBLICO, DE PIE, ALTIVA, Y CONCLUYE.

— Yo, Eva, no me arrepiento de nada.

TELON CIERRA.

FIN.
©Caracas, Enero 07, 2010
Edith Márquez Mora & Javier Miranda-Luque