VÍDEO TRÁILER

PRIMER ACTO

ESCENARIO NEUTRO, EXENTO DE ELEMENTOS DE UTILERIA, SALVO POR UNA CAMIONETA QUE SE DESPLAZARA BREVEMENTE POR ESCENA. LA ILUMINACION CREARA EFECTOS DE MEDIODIA Y ATARDECER HASTA LAS PRIMERAS HORAS DE LA NOCHE.

TELON ABRE.

VEMOS A MARIA SENTADA AL VOLANTE DE SU CAMIONETA, QUE APENAS ASOMA LATERALMENTE, ESTACIONADA AL EXTREMO DERECHO DEL ESCENARIO.

MARIA OBSERVA SIGILOSAMENTE, COMO ESPERANDO ALGO O A ALGUIEN. SE IMPACIENTA. MIRA EL RELOJ. SE LIMA LAS UÑAS. BEBE AGUA MINERAL DE UNA BOTELLITA PLASTICA. SE ARREGLA EL CABELLO. SE PINTA LOS LABIOS. HOJEA LA PORTADA DE UNA REVISTA Y LA DEJA VIOLENTAMENTE A UN LADO. SE QUITA Y SE PONE LOS LENTES DE SOL. VUELVE A MIRAR EL RELOJ. ENCIENDE UN CIGARRILLO. PRENDE LA RADIO Y TAMBORILEA LA MELODIA EN EL VOLANTE.

"MUJER DE CARTON" ESBELTA, ATRACTIVA, CON CUERPO EXCELENTE, SURGE DESDE EL PISO, PLEGÁNDOSE EN MITAD DE ESCENA.

MARIA APAGA LA RADIO, ARROJA EL CIGARRILLO Y ENCIENDE EL MOTOR DE LA CAMIONETA, ACELERANDOLO. SE PONE EL CINTURON DE SEGURIDAD. MUEVE LA PALANCA DE CAMBIOS CON BRUSQUEDAD. QUITA EL FRENO DE MANO Y ARRANCA PICANDO CAUCHOS. MARIA NO DEJA DE SONREIR MIENTRAS ARREMETE DIRECTAMENTE CONTRA LA "MUJER DE CARTON" Y LA PARTE POR LA MITAD.

FRENA EN SECO. PONE NEUTRO Y ACELERA EL MOTOR QUE BRAMA CON FUERZA. RETRODECE Y FRENA CON VIOLENCIA. MUEVE BRUSCAMENTE LA PALANCA DE CAMBIOS Y ACELERA DE NUEVO CONTRA LA MUJER HERIDA. LE PASA POR ENCIMA CON DECISION Y SIGUE ADELANTE.

LA CAMIONETA SALE DE ESCENA.

TELON CIERRA. ESCUCHAMOS A TODO VOLUMEN EL SONIDO DE UNA CANCION, REPRODUCIDA EN LA RADIO, CON RITMO GITANO:
"Amor salvaje, corazón frío, no eres de nadie, tan sólo mío" (SE REPITE EL ESTRIBILLO CANTADO E INSTRUMENTAL, UNA Y OTRA VEZ).

TELON ABRE. ILUMINACION FUERTE SUGIERE PRIMERAS HORAS DE UNA TARDE SOLEADA Y CALUROSA. EL SONIDO DE LA RADIO SE VA DESVANECIENDO. MARIA, AL VOLANTE DE SU CAMIONETA EN MEDIO DE ESCENA, HABLA POR SU CELULAR. ESCUCHAMOS A SU INTERLOCUTORA EN OFF.

INTERLOCUTORA: (ALARMADA)
— ¿Que hiciste qué...?

MARIA: (VOCIFERANDO)
— Coño, chica, que la aplasté como a una cucaracha, la atropellé con la camioneta, le pasé por encima y la volví mierda...

INTERLOCUTORA: (PREOCUPADA)
— Pero bueno, amiga, te me terminaste de volver loca, carajo, qué bolas, déjame prender un cigarro, déjame sentarme, déjame coger aire que me muero...

MARIA: (MAS TRANQUILA)
— No jodas, Betty, cómo iba yo a permitir que "esa" insignificante tuviera algo con Miguelángel.


INTERLOCUTORA: (CONCILIADORA)
— ¡ Sí, está bien, pero una cosa es llamarla por teléfono e insultarla, decirle puta, amenazarla con una coñaza, mentarle la madre, rayarle el carro, echarle liga de freno, como tantas veces hemos hecho con las amiguitas de turno de Miguelángel y Fernando, pero otra vaina es matarla a plena luz del día y delante de todo el mundo, María !

MARIA: (ENVALENTONADA)
— Yo lo sé, pero no me importa, me ladillé, me harté, se me volaron los tapones y pum, lo hice. Ya está, chao pescao, púdrete sobre la acera y huele a mierda, Eva maldita, mujercita miserable y patética.

LOS SOLLOZOS NO LA DEJAN SEGUIR HABLANDO. MARÍA COMIENZA A PEGAR LASTIMEROS ALARIDOS DE ANIMAL HERIDO.

INTERLOCUTORA: (ANIÑADA, MELOSA, AL BORDE)
— Ay, no te me pongas así, Mariíta, que se te nota muy mal y a mí no me gusta nada cuando tú te me desesperas. Inventas vainas muy raras que hasta yo misma me cago del susto. Anda, dime donde estás y yo me lanzo para allá volando y nos tomamos una vaina y nos fumamos unos cigarros y nos aclaramos y vemos qué carajo hacemos. Tú sabes que yo tengo una prima que es tronco de abogado penalista y Leonardo, mi psicólogo, no sé, puede decir que tú te volviste loca por un ratico y ya todo se arreglará, tú vas a ver, María, María, ¡ María !

María no puede dejar de gemir y llorar, CON EL CELULAR EN UNA MANO Y MANIOBRANDO TORPEMENTE EL VOLANTE CON LA OTRA. FRENA VIOLENTAMENTE. SUELTA EL VOLANTE. SE DESPIDE DE BETTY ("Adiós, amiga"). APAGA EL CELULAR Y LO ARROJA VIGOROSAMENTE POR LA VENTANA. SE SECA LAS LAGRIMAS Y SIGUE MANEJANDO. LA ILUMINACION BAJA INTENSIDAD DE MANERA CASI IMPERCEPTIBLE Y ASI LO SEGUIRA HACIENDO DURANTE EL TRANSCURSO DE LA OBRA, HASTA EL FINAL DEL PRIMER ACTO.

MARIA ENCIENDE LA RADIO E INTENTA SINTONIZAR ALGUNA EMISORA SIN RESULTADOS FELICES: SE ESCUCHA MAL, CON RUIDO E INTERFERENCIA, SE VA LA SEÑAL. SE SUPERPONEN LAS FRECUENCIAS DE UNA EMISORA SOBRE OTRA. MUSICA ENTRECORTADA. AMAGOS DE NOTICIEROS. MARIA SE IMPACIENTA Y LA APAGA.

MARIA: (HABLANDO CONSIGO MISMA, ANECDOTICA)
— Y quién carajo me manda a botar el celular, yo que no puedo vivir sin él, desde que inventaron esa maravilla. Encima tengo sed (BEBE AGUA DE SU BOTELLITA) y me estoy reventando de las ganas de orinar. Coooooño, esta carretera por donde me metí la verdad es que yo no la conozco. Ni puta idea de donde estoy. Y por no haber, no hay ni una sola señal que me diga, no sé, Palo Alto, 15 kilómetros; Santa Josefina de la Perdición, 223 kilómetros; Fin del Mundo, 574 kilómetros y dele. Y yo, aquí, en La Carraca, sin radio, ni brújula, ni celular. Pero bueno, María, cuál es la vaina, si a ti te encanta manejar, sobretodo sin nadie que te esté regañando, ni gritando, ni reclamando, que si frena, que si cuidado con el hueco, que si no sueltes el volante (LEVANTA LAS DOS MANOS DEL VOLANTE Y SE RÍE CON CARA DE LOCA), que si no te le pegues al autobús, que si ¡coño, María, déjame manejar a mí o no vamos a ninguna parte ! Pues, muy bien, Miguelángel, no vamos a ninguna parte o sí vamos, mijito, directo al despeñadero, con el avión en picada, precipicio abajo, y sin paracaídas.

CAMBIA EL TONO, DRASTICAMENTE.
— Yo lo que quiero es que alguien me explique cómo iba yo a dejar que nadie venga a joder doce años de matrimonio, cuatro hijos varones igualiticos a él (se le nublan los ojos y hace pucheros), apartamento propio y toda la vida por delante...

Dicho esto, María clava los frenos y se derrumba, abrazada al volante, sollozando como un acordeón desvencijado.

LAS LUCES CONTINUAN DISMINUYENDO SU INTENSIDAD. MARIA SE SECA LAS LAGRIMAS.

CASUAL.
— No, qué va, la que soy yo me bajo aquí mismo a hacer pipí en medio del monte...

MARIA SE APEA DE LA CAMIONETA. APRECIAMOS QUE ESTA VESTIDA CON ELEGANCIA CASUAL, MUY INFORMAL PERO TODO PERFECTAMENTE COMBINADO, SOBRIO, ARMONIOSO Y NATURAL: SU FALDA LARGA, DE TELA FRESCA Y SIN ARRUGAS, SUS ZAPATOS BAJOS. SU BLUSA MANGA LARGA Y SUS ACCESORIOS. MARIA SE ESTIRA. LE SUENAN LAS ARTICULACIONES. BOSTEZA. MIRA HACIA TODOS LADOS BUSCANDO MOROS EN LA COSTA. CAMINA HASTA DETRAS DE LA CAMIONETA, SE BAJA LAS PANTALETAS, SE AGACHA Y ORINA, SOLTANDO UN SUSPIRO DE ALIVIO Y SATISFACCION.

— Ahhhhhh, ¡ qué alivio, qué rico es orinar cuando te estás reventando de las ganas, dios ! Carajo, oriné como un litro completo. Esa vejiga mía sí que es brava, ¿qué tal? A mí esta vaina de pelar el culo así al lado de la carretera no me hace ninguna gracia, qué va, a ver si se te mete un insecto por la retaguardia y ni papel tengo para secarme, pero en fin...

MARIA SE REINCORPORA, PONIENDOSE DE PIE Y SUBIENDOSE LAS PANTALETAS. CREE ESCUCHAR UN RUIDO Y AGUZA EL OIDO. MIRA ALREDEDOR Y HABLA DE PIE, INTRANQUILA, ALERTA, EN ACTITUD DE RESGUARDARSE LA ESPALDA CONTRA LA CAMIONETA.

— Esto por aquí sí está solo. Da como nervios. ¡Conciencia sucia, mijita, diría mi mamá! Hace rato que no me cruzo con nadie, hombre, mujer, ni bicho de uña. Ni con tu espíritu, Eva, bichita. Ahora, lo que sí es verdad es que el paisaje es bien bonito. Aire puro y todo verde. Sin contaminación, ni ruido. Una hasta puede escuchar su propia respiración y el latido del corazón (SE COLOCA LA MANO SOBRE EL PECHO) cataplum, cataplum, cataplum, chin chin, cataplum. Esto como que es el propio jardín del edén, el paraíso, pues. Y la carretera que sube y baja y curvas a la derecha y giras a la izquierda. Como carajita en montaña rusa. Y ves árboles, no me pregunten cómo se llaman, porque a mí me rasparon en biología. Pero de lo que sí me acuerdo, ya que siempre me han gustado que jode, es de los animales: protozoarios, esponjiarios, mamíferos, coleópteros, plantígrados, reptiles, ofidios y el bicho feo ese, que es medio oso y medio pato, ¿cómo es que se llama? ¡Ah, ya sé, el ornitorrinco! (LEVANTA EL DEDO INDICE, EN ACTITUD DE DICTAR UNA CLASE MAGISTRAL). Originario de Australia, igual que los canguros y Mel Gibson y Russell Crowe, ese par de carajos sí que están buenos. Debían aparecerse ahora mismo por aquí y rescatarme a mí, la heroína de la película. Los dos, sí, para mí solita, que también me sale fantasear con machos ajenos.

MARIA, COQUETA, SE ALISA EL VESTIDO Y SE ACOMODA EL CABELLO.

— Yo... (CANTA, CON UN MICROFONO IMAGINARIO EN LA MANO, REMEDANDO EL VIEJO EXITO MUSICAL DE MELISSA GRIFFITH) que soy una señora, de una conducta intachable en la vida.

VUELVE A HABLAR.

— Yo, que soy una dama distinguida, culta, actualizada, experta en economía doméstica y artes culinarias. Yo, que no trabajo en la calle, pero que me meto en internet y manejo información, y no como la Eva esa que, cuando no estaba pegada a mi marido, se la pasaba dándose masajes en el spa, o arreglándose las greñas en la peluquería, o pintándose las pezuñas. Eva era summa cum laude en lipoescultura 1, estética facial 2, depilación 3 y técnicas sexuales 4. ¡Pedazo de puta eras lo que tú eras, mijita!

MARIA, MAS TRANQUILA, SE SIENTA EN EL PISO, DE FRENTE AL PUBLICO, RECOSTADA DE UNO DE LOS CAUCHOS.

— Y una, pendiente de los zapatos del maridito, de las camisas del esposito, del uniforme y de las tareas de los niños. Que si Miguelángel Junior, ¿ya estudiaste para el exámen?. Que si Miguel José, ¿ya hiciste la tarea de Matemáticas?. Que si Juan Miguel, ¿ya terminaste la maqueta de Artes Plásticas?. Que si Miguel Antonio, ¿ya te aprendiste el Catecismo?

— Que si qué, que si qué, que si qué...¡Qué ladilla, señoras y señores ! La misión de una esposa amantísima y madre abnegada parece ser volverse una ladilla que ladilla a todo los seres queridos, todo el tiempo

— Capítulo aparte son los deportes. Porque Miguelángel, el atleta frustrado, sueña con formar un equipo de fútbol con sus hijos y sobrinos. Pero es una, la pendeja de turno permanente, quien lleva y busca a los niños al entrenamiento, les compra los uniformes, se cala los partidos de los sábados y lava toooooda esa ropa sucia, hedionda, tierrúa, mugrienta y percudida.

MARIA SOSTIENE UNA CAJA DE DETERGENTE IMAGINARIA AL LADO DE SU CARA Y PROTAGONIZA EL TIPICO TESTIMONIAL PUBLICITARIO.

— Señora amiga mía, para que sus hijos luzcan siempre relucientes, lave toda su ropa con este detergente. Porque esta maravilla de producto le dejará muchísimo tiempo libre para que usted se dedique a dejarse amar y consentir por su maridito.

SUSPIRA.

— Ay, si la vida fuera como la pinta la publicidad. Una siempre sonriente y arregladita, llenando el carrito del supermercado sin preocuparnos de tener que comprar sólo lo que está en oferta. Y, despues, remojándonos en un jacuzzi y, luego, jugando ruleta en un casino de Aruba. Y, más tarde... más tarde, chica, suena el despertador y te despiertas y te miras en el espejo del baño a las seis en punto de la mañana, haciendo un inventario de tus nuevas arrugas y tus nuevas canas y tus ojos hinchados y soñolientos.

— Y te preguntas, como la bruja mala de Blancanieves, espejito, espejito, ¿quién es la más pendeja, jodida y vuelta mierda de esta familia?

— Y el espejo responde: túuuuuuu, Maríiiiiiia, túuuuuuu...¿quién más, pues?

MARIA SE REINCORPORA, DANDOSE UNAS NALGADAS PARA LIMPIARSE.

— Estas nalgas todavía están firmes, este culo todavía está bueno...

MARIA SE SIENTA SOBRE EL CAPÓ, DE FRENTE AL PUBLICO.

— A mí no me gusta hablar mal de nadie, pero dígame lo de calarse a la suegra. Esa vaina sí es arrecha. Mi suegra, Doña Rosa, es el propio pasaporte al infierno. (ENUMERA CONTANDO CON LOS DEDOS) Quisquillosa; maniática; metiche; chismosa; malasangre; malhumorada; féeeeea la pobre vieja; currrrrrsi para vestirse; pichiiiiiiiirre con los regalos; fassssssssssstidiosa con los nietos. ¡Se me acabaron los dedos! Tendré que contar con los dedos de los pies, pero sin quitarme los zapatos. Criticoooooona conmigo; hipocondriaaaaaaca; con caspa y mal aliento; gooooooorda como ella sola.

— Y vive pidiéndole plata a Miguelángel. ¡Parece una monja! Michelángelo mío, le dice, dáme dinerito para el bingo; para la rifa de la cofradía del santo sepulcro; para comprar en la farmacia municipal las medicinas con descuento. Para arreglarse los juanetes; para teñirse aquel cabello grasoso, laaaaaargo y maloliente. Chica, ¿así serán todas las suegras?

MARIA SE PONE DE PIE Y CAMINA.

— Porque yo a veces me pregunto: ¿Nos convertiremos todas en Doña Rosa, Doña María, Doña Fulana, Doña Mengana, Doñas Amargadas, Derrotadas y Resignadas?

— ¡Ay, no qué susto! No, no, no, no. ¡Cancelado!

— Y mejor ni les cuento de mis cuñadas, todas muertas en vida. Santurronas. (LAS REMEDA, ARRODILLANDOSE, PERSIGNANDOSE, DANDOSE GOLPES DE PECHO Y REZANDO. SE VUELVE A PERSIGNAR Y SE LEVANTA). Culo malo, nariz pa´rriba. Ese par de cacatúas sólo han leído la biblia y el Manuel de Carreño. Hablan bajito, no dicen groserías, no fuman, no toman, no bailan. Yo no sé cómo quedaron preñadas. ¡Ay, sí sé ! (SONRIE) ¡De un lechazo! ¡De un lechazo, uno sólo, del pobre marido borracho.

— Ese retrato de familia es, como díce mi tía Maruchi, horroroso, horroroso. ¿Tú las conociste, esta niña, Eva? ¿No, verdad? ¡Menos mal, mijita, dios te libre! (MARIA SE CALLA EN SECO) ¿Dios te libre? ¡Agradéceme que yo te libré de esa verga!

MARIA ABRE LA PUERTA DEL CONDUCTOR Y SE SIENTA CON LA PUERTA ABIERTA. BEBE AGUA DE SU BOTELLITA PLASTICA. ENCIENDE UN CIGARRILLO, SE VUELVE A BAJAR DE LA CAMIONETA, CIERRA LA PUERTA CON LA CADERA, SE SIENTA SOBRE EL CAPÓ (DE PERFIL AL PUBLICO) Y CANTA SENSUAL, IRONICA.

— Fumar es un placer, tatín, fatal. Fumando espero al hijoputa que yo quiero, plim, plim, fruta prohibida, ahora estás podrida, ja, ja, con los gusanos comiéndote las manos y con las moscas queriendo vomitar, plim, plam.

MARIA TARAREA Y FUMA. FUMA Y TARAREA. DISFRUTA SU CIGARRILLO ASPIRANDOLO CON FRUICION Y EXHALANDO SOSTENIDAS NUBES DE HUMO. SE TOMA SU TIEMPO. CUANDO CONCLUYE, SE BAJA DEL CAPÓ, BOTA EL CIGARRILLO Y LO APLASTA CON EL PIE.

RETOMA SU MONOLOGO, DESPLAZANDOSE ALREDEDOR DE LA CAMIONETA, SIRVIENDOSE DE ELLA PARA SOSTENERSE, APOYARSE, EN UN MOVIMIENTO CASI COREOGRAFICO.

— Muerta la perra... ¡ se acaba la rabia ! Si Miguelángel hasta le había alquilado un apartamento y yo tenía la dirección: Aparthotel El Cid, piso cinco, suite cinco cero seis. (DIBUJA ENORMES NUMEROS EN EL AIRE). Ay, pero es que si yo los hubiera sorprendido juntos, desnudos, en la cama, los mato. No, a mi Miguelángel no. A él lo amarro y lo amordazo para que vea y sufra y vea sufrir a su perrita.

— ¿A ella? A ella la mato despacito para que grite y se joda y el cabrón de mi esposo se cague del susto y del asco, porque ese es un cagón y un delicado y un mariconazo de primera. Mucho pelo en el pecho y mucha voz grave y mucho whisky pasando por su garganta, pero pura bulla, mucho vello y pura bulla.

María se atraganta con un acceso de risa. Un caudal de carcajadas riquísimas que la liberan

HILARANTE.
— ¡ Qué de pinga es cagarse de la risa de las tragedias de una misma ! Un whiskycito ahora mismo no me vendría nada mal. ¡A tu salud, Eva! (BRINDA EN EL AIRE).

BREVE PAUSA. MARIA TRANSFIGURA SUS FACCIONES, EN UN GIRO SINIESTRO. CAMBIA RADICALMENTE EL REGISTRO DE SU DICCION.

— Y es que si los hubiera agarrado tirando juntos, como animales en celo, yo la habría matado a ella, again and again (GESTICULA CON ENFASIS, DRAMATIZANDO CADA UNA DE SUS AMENAZAS), arrancándole las uñas con mis dientes, sacándole los ojos con mis uñas, quebrándole los dientes con mis tacones, cortándole los pezones con mis tiijeras, metiéndole mi brazo izquierdo entre las piernas para estrangularle el cuello del útero, amarrarle las trompas de falopio y vaciarle la matriz.

MARIA SE PARA AHORA DELANTE DE LA CAMIONETA CON LAS PIERNAS ABIERTAS, PROSAICA, ESCATOLOGICA, DESAFIANTE.

— Y me voy a orinar sobre tu tumba. Y hasta el mismísimo infierno te va a llegar el olor de mi sexo. Un olor que tú conoces, porque cuando se lo chupabas a mi marido, Eva, estabas tragándote el sabor de mi sexo lleno de la saliva y el semen de Miguelángel, mojado de Miguelángel, hediondo de Miguelángel, desvirgada de MIguelángel, quesuda de Miguelángel, podrida de Miguelángel, mucho antes y primero que tú. Eva, tú, Eva. Tu nombre me retumba en los oídos y no sé si nombrándote me libro de ti, como una catarsis, como un exorcismo, como terapia de grupo conmigo y conmigo. El grito primario: Evaaaaaaaa. Evaaaaaaaaa. (GESTICULA, GRITA, SE AGARRA LA CABEZA ENTRE LAS MANOS). Estás muerta y destripada, Eva. Muerta y enterrada, Eva. Muerta y vuelta mierda. Ahoritica mismo te estás pudriendo, Eva. Se está descomponiendo tu carne todavía joven, todavía tibia, todavía tersa.

MARIA SE DESPLAZA Y SE COLOCA TRAS LA CAMIONETA, HABLANDONOS A TRAVES DE ELLA. SU CABEZA Y HOMBROS SE ASOMAN POR ENCIMA DEL TECHO, ESTIRANDO SUS BRAZOS Y MANOS EXAGERADAMENTE, EN UNA GESTUALIDAD DESGARRADORA.

— Porque, coño, chica, Eva, colega, con tantos hombres en el mundo, ¿por qué tuviste que antojarte del mío propio, Eva? Si Miguelángel es mi ángel, mi dios del amor y mi demonio. El tipo que me desvirgó con su serpiente, mi animal favorito, mi jinete. Mira, chica, y te digo que si tengo que matarlo a él también lo hago. Lo acuchillo en el cuello para que se ahogue en su propia sangre, con el miedo que él le tiene a asfixiarse. Porque él es mío, Eva, a ver si lo entiendes. Tu no fuiste más que otra aventurita, mijita. Que te montó un apartamento, dios sabe hasta cuando te hubiera durado. En un par de meses ya se habría aburrido de ti, como lo hizo con tantas otras.

MARIA SE SUBE DE PIE ENCIMA DEL CAPO PARA ACCEDER Y SENTARSE ENCIMA DEL TECHO DEL CARRO. SE ACUESTA, GIRA BOCA ARRIBA Y BOCA ABAJO. SE VUELVE A SENTAR SIN DEJAR DE HABLARNOS.

— Y, mira, volviéndolo a pensar en frío, sí, a él también lo habría matado. Total, Miguelángel tiene un tronco de seguro de vida que cubriría los gastos de mis niños hasta que pudieran valerse por su cuenta.

— El es mío, mío, mío, mío. Yo lo escogí hace doce años y le dí sus cuatro hijos varones igualiticos a él y engordé y vomité y me deformé y me salió celulitis y se me cayeron las tetas y las cesáreas me dejaron cicatrices y ya no me desea como antes, ni me hace el amor como antes, ni me hace sentir como antes, ni logro excitarlo como antes, ni bailamos como antes, ni hablamos como antes, ni nos reímos como antes, ni compartimos como antes y ya no vivimos como antes. Eva, mujer, ¿acaso tú sabes lo triste que es sentir todas estas vainas?

— Por eso, chica, es que no me arrepiento de nada. Me caga, me asusta y sé que ya no hay marcha atrás y que tú sólo fuiste una pequeña victimita, una circunstancia. Pero lo haría otra vez, sí, lo haría una y otra vez para acabar con todas esas Evas ladronas de Adán, saqueadoras de hogares, destructoras de matrimonios, hembras con hambre de compañía, parásitos sexuales que se aferran a penes ajenos prometiéndoles, con ese escote tan abierto, nuevas sensaciones; con ese par de pupilas dilatadas, nuevas emociones y con esa actitud de admiración generalizada: nuevos oídos, tuyitos, papi, tuyitos, para sus viejos cuentos de siempre; nuevas sonrisas para sus viejos chistes repetidos; nuevas cavidades para sus añejos espermatozoides extenuados.

MARIA DESCIENDE A TIERRA FIRME. ABRE LA PUERTA DEL CONDUCTOR. ENCIENDE LOS FAROS DE LA CAMIONETA, EVIDENCIANDOSE, AHORA SI, EL PASO DEL TIEMPO A TRAVES DE LA DISMINUCION DE INTENSIDAD Y EL CAMBIO DE COLORATURA DE LA ILUMINACION GENERAL. EL SOL CASI DESFALLECE. MARIA SE SIENTA CON LA PUERTA ABIERTA, DE FRENTE AL PUBLICO, PARA SEGUIR HABLANDO.

CONFESIONAL, INTIMA.
— Nada personal, tu entiendes, Eva, pero todo lo que ustedes hacen es tragar, succionar, provocar y llenarse de eyaculaciones que nos pertenecen, de hecho y derecho, a nosotras sus mujeres legítimas, hembras oficiales, las propias de carne y hueso, de verdad— verdaíta, con la fuerza de la costumbre, con papeles.

— Nosotras, coño, nosotras, que respiramos sus flatulencias a medianoche y nos desayunamos con su mal aliento en las mañanas. Nosotras, burras, putas, perras domesticadas, enfermeras, asesoras, vientres, madres, receptáculos, parturientas, sirvientas ad— honorem, comemierdas en plato hondo y con cuchara sopera. Asesinas solapadas. Vengadoras en potencia. Víctimas y verdugos que matamos los sueños y las ganas de nuestros machos.

AHORA SUAVE, CONCILIADORA.
— Nosotras, Eva, ¿me escuchas?, que adormilamos al cazador, al cavernícola, al guerrero. Con nuestras pláticas, nuestras súplicas, nuestros reclamos, nuestras miserias y mezquindades, nuestras inoportunas menstruaciones, nuestros dolores de cabeza, nuestras exigencias y aspiraciones, nuestra incomprensión hacia su grandeza.

— Y es que no nos decidimos a entender que nuestra debilidad los empuja a ellos a engañarnos, traicionarnos, humillarnos, reirse a costa nuestra. Porque nosotras, las mujeres, antropófagas por naturaleza, nos atacamos entre nosotras mismas, aniquilándonos ante los ojos divertidos de los varones.

MUY SERENA.
— Y yo, lo reconozco, toqué fondo, pasé todos los límites, llegué a los extremos. Estoy en un camino sin retorno, de esos con luces rojas y señales de peligro que te advierten que, si sigues, es cosa tuya, vas por tu cuenta, a tu propio riesgo.

— Pero qué reconfortante fue oir el crujido de tus huesos, Eva, quebrándose entre el parachoques y la acera. Crracccckkk. No hay vuelta atrás, ciudadana. Y yo que te decía: evita a Miguelángel, Eva, evita a Miguelángel, Eva, evita a Miguelángel, Eva. Y tú que no me hacías caso, tú que te reías de mis amenazas, tú que no me tomabas en serio. Ya ves...

MARIA SE LEVANTA Y SE COLOCA FRENTE A LOS FAROS DE LA CAMIONETA.


— Ahora debo escapar. Esconderme. Desaparecer. Volverme otra...

— Ya no me llamaré María, sino Airam, Maira, Armaí, Irama, Maraí. Como si alterar las letras de mi nombre, cuando lo hacía jugando Scrable, me permitiese rehuir. De Miguelángel. De la cárcel. De los ojos incrédulos de mis hijos.

— Empezaré por cambiarme desde fuera, para engañarme a mí misma. (GESTUALIZA LO QUE DICE). Modificaré mi peinado. Cambiaré el color de mi pelo. Alteraré mis facciones con un maquillaje bien marcado que disfrace mis rasgos, creándome una máscara que oculte mi miedo. Vestiré ropa sin marca. Me confundiré entre tantas otras, anónima, ajena. Caminando rápido, con pasos cortos, silenciando mi voz, bajando la mirada, desapareciendo, transparentándome, haciéndome invisible a los demás, pero reconociéndome yo misma en el espejo

— Y persistiré, a pesar de todo. Sin Miguelángel. Sin la tortura de su desprecio. Sin su desamor. Sin su indiferencia. Sin el abrazo de mis niños. Sin las voces amigas. Esta será mi remisión y mi condena.

— Yo, María, armada con mi desesperación y mi certeza: Miguelángel, nunca, volverá a engañarme con Eva.

SUMAMENTE PAUSADA.

— Yo, María, desterrada del paraíso. Yo, Irama, sin Adán. Yo, Maraí, sin manzana. Yo, Maira, sin dios que me tiente. Yo, Airam, sin existencia propia. Yo, Armaí, ahora, serpiente.

CON LAS PIERNAS SEPARADAS, MARIA SE PALPA EL PUBIS VIGOROSAMENTE, CON FUERZA, FRENTE A LOS FAROS DE LA CAMIONETA Y PERMANECE EN ESA POSICION HASTA QUE CIERRE EL TELON.

— Por culpa de esta herida abierta entre las piernas.

LAS LUCES SE APAGAN COMPLETAMENTE, QUEDANDO EL ESCENARIO ILUMINADO SOLO POR LOS FAROS DE LA CAMIONETA.

TELON CIERRA.